Campeonato: 2003 / 04
Categoría:
Infantil
Equipos:
Tona - OAR
Hay partidos o momentos de tu
vida que reflexionas una y otra vez en cómo cambian o podrían haber cambiado tu
vida. O la vida de otros. Puede ocurrir que siempre tomas el mismo camino al
campo de fútbol. Otra vez algo cambia, en el recorrido, un coche, la lluvia,
tus reflejos.
Otros partidos te critican con
rudeza, a veces con razones, las más de las veces no. Otras veces te felicitan
y halagan, y de la misma manera pueden estar equivocados o no. El éxito y el
fracaso pueden ser esquivos y la mayoría de las veces no los entiendes.
En el fútbol infantil se ven las
diferencias con la categoría inferior, alevines, de lo que antes era un puro
divertimiento y compañerismo de un juego compartido y el juego más concienzudo
de los mayores. Se ven en el campo las acciones hechas con más picardía, la
actuación hacia el árbitro para demostrarle que la sanción es injusta.
- pero, si no le he tocado!
El juego en infantiles comienza
con más disciplinas en las tácticas y más indisciplinas en las conductas. Y
tanto varían en ese perfil como en las tallas. Encuentras chavales con voz
ronca y altos como tú mismo mientras otros
continúan siendo niños en estatura y en sus actos.
El equipo de Tona tenía uno de
los campos más incómodos que pude soportar. El campo tenía varios desniveles, recorrido
por varios regueros de las lluvias, en invierno siempre estaba en sombras y por
ello mucho tiempo con escarcha que no marchaba, de los vestuarios mejor no
hablar.
En el partido de infantiles que
refiero el día era gris. Mal asunto para los padres que no tenían donde
guarecerse, los suplentes, directivos y para los porteros si se quedaban
quietos.
Luego de una jugada rápida un
delantero recibe por lo alto un balón delante del portero. Éste salta para
dominar la pelota y cae sobre su costado, el delantero le esquiva y salta por
sobre sus piernas para convertir el gol.
En un gesto de rabia el portero
intenta agarrarle los tobillos al pasar el delantero por sobre él.
Como eran chavales me acerco a él
para indicarle que no vuelva a hacer ese gesto sin intención de amonestarle y
más por hacer la seña de que me intereso por el jugador caído. Pudiera haberme
quedado al centro del campo para reiniciar el juego luego del gol, pero decidí
hacer ese trote quizás para calentar músculos o - como dijera antes - como
demostración de mi preocupación por un jugador.
Al acercarme para cerciorarme si
estaba bien. Su gesto en la cara me indicaba que “no” estaba bien. Llamo en
dirección al delegado a por ayuda y acuden prestamente varias personas. En partidos así
llegan a esas llamadas ambos entrenadores y ambos delegados, a más de la madre
o el padre que entran en el campo ante el gesto del árbitro de no estar mirando
esa invasión al campo.
La madre se acercó y en menos de
un minuto llama a por una ambulancia ante la extrañeza de todo el mundo. Luego
me recordé que ella era enfermera y que habría visto algo que ninguno del resto
veríamos. Y en ese momento uno se da cuenta de lo que podría haber pasado.
En 15 minutos el chaval estaba en
el quirófano por la rotura de su bazo. 10 minutos más en el campo, o el árbitro
que podría indicar que continuase el juego o una indicación de penal y el
desenlace habría sido muy distinto.
Puede alguien llegar a la
conclusión que era algo fatídico, que el destino quiso que estuviera la madre,
que el otro jugador no hiciera algo, que el árbitro no llamara a por ayuda, que
el campo no fuera así de duro o incómodo. Pero los percances acaecen. Esta vez,
con suerte.
La misma tarde visité al chaval
en su sala de internación, estaba despierto. Y yo, agradeciendo a Dios que esta
vez le visitara en el hospital. Al retirarme de su sala escuché como reían y se
preguntaban que hacía un árbitro tan atildado visitando un jugador enfermo.
Hubo otra oportunidad de
recordarme de ese partido. En la cafetería de los cines me encontré con el
chaval luego de un par de años. Atendía tras el mostrador y displicentemente
hizo como que no me reconocía. Casi agradecí tener ese momento tenso y de
desdén suyo. El mismo gesto de displicencia que tuvo en el hospital. Eso era
mejor que recordarme que podría haber sido un partido trágico.
- ¿qué bebida lleva?. Me preguntó
- un vaso de zumo, por favor (y un
recuerdo de su bazo)
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