Campeonatos
2004 / 2005
Categoría:
3ª Regional
Equipos:
Seva - OAR
Hacer de árbitro de fútbol es dedicarte en cuerpo y
espíritu a una labor.
No digo que sea la mejor labor que se pueda
encontrar, o el mejor pasatiempo o trabajo.
Algunos trabajos tienen buen rendimiento. Vas
pulcramente vestido, comentas las noticias en una oficina bien calefaccionada o
refrigerada, según sea la época, departes con compañeros de usos, costumbres
deportes, política, televisión, farándula, tiempo, hijos, etc. Y todo en un
horario diurno normal y a fin de mes cobras un sueldo. Algunos más sueldo si la
tarea está bien cualificada o el puesto está bien presentado o la recomendación
estuvo bien dada.
Hubo veces que me dijeron los delegados o
entrenadores que nunca harían de árbitro.
- siempre te están molestando, exigiendo. Nunca lo
harías bien o a gusto de todos. Si pierden, será por tu culpa. Los lesionados,
también.
Algunas veces comparé la tarea de un árbitro a la de
un juez y a veces a un verdugo. Has de aplicar unas normas te gusten o no. Y
menos gusto tendrán los que son víctimas de esas normas.
Pero ante todo, la verdad. En un acta habrías de
relatar con suficiente detalle todos los percances que pudieran pasar en un
encuentro. Una pelea entre el público, conductas, o faltas de conducta entre
los jugadores, suplentes, entrenadores, delegados y distintos tipos de
auxiliares que convergíamos en un partido. Después de todo, lo que se reflejara
en esos renglones y si se extendía en un anexo
serían tomados como “verdad”, esa era la principal responsabilidad que
debías transmitir.
El objetivo principal en el campo es tener el
partido controlado, en pocas palabras. Pero fuera del campo habrías de ser
veraz. Presunción de veracidad, como se diría de un policía.
El partido de Seva se desarrolló normalmente hasta
que un jugador por puro exaltado comete varias faltas. Amonestación y luego
continúa en sus trece. Segunda amonestación y a la calle. El jugador, mostrando
toda su furia viene en mi dirección y con el gesto de golpearme forcejea con
sus compañeros. Ni lento, ni perezoso, yo arranco con mi andanada de trompazos
y ambos acabamos en brazos del resto de jugadores que nos separan de tan viril
deporte.
En el acta reflejo que el jugador se acercó a
agredirme y comenzó la pelea. La verdad la dejaría para más adelante, supuse.
Al llegar esa misma tarde al Colegio de Árbitros me
llamó el responsable de las asignaciones de partidos y me pregunta:
- en el partido del Seva, ¿qué pasó?
Deduje que ya habría estado al tanto de los sucesos
y en ese mismo momento le relaté lo ocurrido
- al verse que estaba expulsado se vino para pegarme,
pero yo le pegué antes
- y qué has puesto en el acta?
- que él comenzó la pelea
- no hay problema, ya estará bien.
Me tranquilizó al ver que yo le contaba los detalles
de lo acontecido y que en definitiva, era yo el que debía soportar el percance
en el campo y defenderme o resolver.
- es que al que golpeaste es mi sobrino. Dijo,
mientras yo abría los ojos como platos. Y luego agregó:
- no te preocupes, siempre es así
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