Temporada
2009 / 2010
Categoría:
Alevín Preferente
Equipos: Sta. Eulalia - Mercantil
El Rugby es un deporte de
villanos jugado por caballeros y el Fútbol un deporte de caballeros jugado por
villanos.
La sabiduría la daba la
experiencia, así se comportaban los deportistas y poco se lograba de todas las
intenciones de hacer comportar a jugadores y público como caballeros.
Antes de comenzar el partido
departía yo con el entrenador local. Anteriormente le oí comentar con su
delegado algunas medidas que tomé en anteriores partidos. Le expliqué que a
veces algunos fallos pueden parecer inentendibles pero a mi juicio lo
importante era lograr un partido “controlado”. Unas palabras muy pretenciosas
que no tardarían en desdibujarse.
El público del Mercantil mostró
su educación a los pocos minutos de partido. Si tuvieran alguna excusa o razón
habría veces que hasta podría llegar a entenderles. Esta vez, no había excusas.
No me conocían; puede uno
excusarles si así fuera, pues anteriormente no tenía el dominio que me dieron
los años.
No estaban perdiendo ni hubo
lesionados ni decisiones graves que les afectaran.
La monserga fue “in crescendo”
conforme avanzaba el partido y por normal simpatía los pequeños jugadores reaccionaban
nerviosamente. Incluso el público contrario comenzó a gritar con más
nerviosismo e incluso criticaban mis decisiones. De situación lamentable ya se
convirtió en patética.
Entre los consabidos y
reglamentarios insultos de: H… de P…, Argentino de M…, gamaruz, Gilipuertas y
otros, se filtraron las ironías y sarcasmos de: “mira que eres mala persona”, y
“y duermes tranquilo, no?”
A ese mensaje que poco tendría
que ver con el Fútbol o cualquier caballerosidad me enfrenté. Le contesté:
- Sí, con tu mujer
Contestación que bien poco
tendrían que ver con el arbitraje o tener el partido “controlado” o de "caballeros".
El partido acabó normalmente y
sin decaer - quitando en el entretiempo - el nivel de decibelios y griterío. Luego
en los vestuarios se acercó una persona junto al delegado visitante y me
amenazó:
- Eso que has dicho no me lo
vuelves a decir, etc. Etc.
- Sí, claro- respondí sin más
desconsideración
Al retirarme del campo ya entendí
que mi conducta no era la que nadie, ni yo mismo, hubiéramos esperado de un árbitro,
aunque el resto no se comportaran como caballeros. Decidí comentarle ese
percance al delegado comarcal. Al hablarle de esto, ya me argumentó que sabía
del tema, y que además le comentaron que mis palabras fueron más allá con
insultos y amenazas.
-Incluso me dijeron que se lo
habías aceptado al llegar a los vestuarios
Me quedé pensativo ante la
charada que compuso esa persona. Habrá ocasiones - y personas - que se desarman
de tal manera en esos momentos que al intentar volver de ese estado
desencajado, el rompecabezas de esos recuerdos se ha de unir de alguna manera
que su ego pueda tolerar. Muy elaborado quizás, pero que al menos hace aceptar
la conducta ajena tras su malicia, su descaro y agresión.
- Vaya ocurrencias que tienes en
los campos!- me regañó el delegado
Entre risas -de ambos- me
disculpé y expliqué que quizás al verme presionado y acalorado, el cerebro
marcha más de prisa.
- Y la otra vez que te dijeron “ya
te espero fuera”, les respondiste: “vete buscando ayuda”- me recordó
Más risas. Mientras cavilaba en
esa comparación: en estado sereno mi educación no dejaba decir más que “sí,
claro”. Pero en esos estados exaltados la inventiva se disparaba.
- Y en otro partido que me dijeron
“sé dónde vives”, le contesté: “claro que sabes, en casa de tu madre”
- ¿Y cómo se te ocurren esas
contestaciones?- me preguntó el delegado
- No sé, quizás es que eran
verdad.
Más risas y la firme intención de
no repetir - en la posibilidad tolerable - ese mismo espectáculo.
- “Sí, claro”-dijo entre risas
- Evítalo, aunque no nos volvamos
a reír así
No hay comentarios:
Publicar un comentario