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viernes, 6 de septiembre de 2013

amigos

Campeonatos 2007 / 2008

Categoría: Fútbol 7, amistoso

Equipos: Calldetenes - Parets


Tanto los partidos amistosos, los de categoría de veteranos como las competiciones de campeonatos fuera de temporada son de esa clase de encuentros que cualquier cosa que pueda salir mal, lo hará.
Hay veces que deseas que el campo sea de hierba natural, es de los campos en que el balón corre más lento, que sea un día de lluvia o que los contrincantes sean conocidos de toda la vida. Cualquier cosa que ayude a que las acciones se desenvuelvan lentamente.
En un partido de fútbol 7, esto no era posible. Pueden haber 10 goles en dos minutos y torceduras y varios altercados en otros 2 minutos.
En el partido, que no desearía recordarme, la presentación ya estuvo mal dada. Al entrar al campo escucho entre algunos jugadores los comentarios, a propósito hechos en voz alta, de: “es el argentino. Otra vez!”.
No era un comentario de: (qué suerte!) “es el argentino, otra vez”. Era, con toda intención, un reniego en el sentido contrario. Algo esperable, pues el campo era del pueblo vecino al mío. Gajes del oficio, ser árbitro en la comarca entre vecinos y conocidos.
Una técnica de arbitrar en un campo corto, la mitad de uno reglamentario, y al ser las jugadas tan rápidas, es situarse a un costado del campo y moverse a lo largo de ese costado. A la vez que no interfieres en el juego, no recibes pelotazos que por ser más reducido el campo, son más rápidos y contundentes de lo normal.
A los escasos minutos de juego un jugador se hace merecedor de la segunda amonestación y por tanto, la expulsión.
En los partidos amistosos o en los torneos sin actas o reglamentación federativa, tanto jugadores o directivos aprovechan las ocasiones de explayarse verbalmente, provocar altercados o lesiones sin casi responsabilidad. Cualquier amonestación o expulsión no tendrá efecto alguno en el futuro. La Federación no les castigará con multas o partidos de sanción.
El jugador expulsado arremete conmigo y de un golpe en el pecho con ambas palmas de sus manos me lanza por el suelo.
Luego del encuentro le comenté al personal de la organización del campeonato mi malestar por el golpe a lo que me responden entre sorna que no sería nada grave. Extraña manera de menospreciar el percance. Si en un momento era tan importante como para agredir violentamente, luego no era importante pues pudiera traer complicaciones.
Naturalmente, el golpe tuvo complicaciones. Al siguiente día del encuentro hube de acudir a urgencias del hospital pues el dolor en la parte golpeada molestaba en cada respiración. El parte del hospital ya generaría, de oficio, un parte hacia el juzgado por agresiones. El damnificado, yo, daba cuenta del partido, lugar y hora, pero los jugadores sólo estaban identificados con números. En un partido Federado y en toda regla, cada jugador se identifica y ha de pagar su seguro, etc. Etc.
Mientras hacía la declaración en el hospital pensaba que esa denuncia no prosperaría. El agresor sólo se identificó con el número 7 y del equipo local. ¿Edad?. Alrededor de veintitantos, como mi hijo Luis. Vaya pistas para una investigación, pensé.
A los 2 días, mientras navegaba, virtualmente en internet, en un café del barrio, se acerca mi hijo Luis y me comenta que el que me agredió era un amigo suyo. Se llamaba Mario C. y vivía en el pueblo vecino. Casualmente le veía de vez en cuando allí cuando iban a por una cerveza algunas tardes.
Sin más intención que pedirle se disculpara conmigo aparecí por la tarde ese mismo día con la esperanza de encontrármelo. Así ocurrió y se asombró de encontrarme. Comenzó la charla afablemente hablando de los amigos y amigos de mis hijos, torneos y malos arbitrajes. Muy lejos de lo que esperaba, quizás porque se hallaba entre sus amigos, y amigos de mi hijo, comenzó a acalorarse y justificarse en lo ocurrido a tal punto que hube de abandonar el local como si fuera yo el culpable de su conducta.
Tal fue la amargura mía que tomé el parte de lesiones hecho en el hospital y fui a la policía a completar la denuncia que en su momento no hice. Es el señor Mario C. y vive en Calldetenes. Ese día no se identificó pues el club no me dio datos y me los ocultó sabiendo que podría perjudicarles.
La policía ubicó a Mario C. de edad veintitantos en el pueblo vecino.
Mario C. fue al juicio de faltas sin abogado que le defendiera. Supuso que su falta era leve, muy justificada (este árbitro siempre lo hace mal, me tiene manía, me expulsó injustamente) y no era necesario más que unas disculpas.
El juez rápidamente tomó la palabra. “pudiera darle días de arresto a más de una multa”. Sólo le dictó que pagara casi la mitad de un sueldo por esa falta, y por el descaro de ir sin letrado.

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