Campeonatos
2005 / 2006
Categoría:
Cadete
Equipos: Olost - Campdevànol
En algunos
partidos daba indicaciones y observaciones por tal o cual jugada o por alguna
conducta
Si en algún
partido indicaba a un jugador que fuera menos violento o más considerado con el
adversario, al siguiente partido veía como otro jugador perdía una ocasión
ventajosa por ser considerado.
El público a
veces reacciona bien, otras mal y otras peor. Si un pequeño tiene una bota desacordonada
haces esperar la reanudación del juego hasta que esté en orden su vestimenta.
No es cuestión de decoro, un cordón pero el mismo gesto de arrodillarse ante el
jugador produce un efecto muy positivo entre los padres. El árbitro no es tan
malo, dirán. A veces el ejemplo de los mayores cunde bien.
En el campo
del Olost mi hijo, que también ejercía de árbitro, era tan desaprobado como su
padre.
El
entrenador del Campdevànol ya lo vio desde el momento de preparar las fichas
federativas antes del partido.
El partido
fue protestado hasta el hartazgo. El único culpable sería el árbitro. Ninguna
decisión fue bien recibida. Aunque recién comenzara el partido y estuvo ganando
el equipo local, nada era del gusto del público ni jugadores locales.
El delegado
y entrenador visitantes estuvieron todo el partido casi inmovilizados, apabullados por la presión del
público local.
Finalizado
el encuentro vi que el público local comenzó a juntarse en las inmediaciones de
la salida del campo hacia los vestuarios. Me acerqué al entrenador visitante
para tranquilizarle
-cuídate de
tus jugadores, ya me arreglaré- pensé en esos instantes que los mayores
habíamos de cuidar de los menores. Ese ejemplo quizás no cundiría.
No me creyó
la parte de que me las arreglaría, sí me creyó que debía irse rápido y tener
cuidado con sus jugadores.
Continué
camino a los vestuarios y al pasar entre dos jugadores que se acercaban
amenazantes apuro más el paso para esquivarles. Desde detrás y por mis espaldas
recibí un empujón. Ese empujón era con la firme intención de hacerme
trastabillar pues estaba en lo alto de dos escalones que descendían a la
entrada de los vestuarios. Como mi condición física y de nervios estaban bien
alertas y templados, hice rápidamente el salto de los escalones y giro para ver
el origen de ese empujón.
Los
jugadores locales estarían en pleno a menos de dos metros atentos a mi
movimiento.
La decisión
fue rápida y clara: salir de allí. No era el momento de enfrentarme a ellos,
pedirles explicación del empujón o llamarles al decoro o buenas maneras.
En los
vestuarios siguieron las protestas, actitud normal para los de ese campo. En
otra ocasión, como tampoco les agradaron mis maneras o decisiones, se retiraron
rápidamente del recinto donde estaban los vestuarios dejándome con la única
opción de saltar por una pared para poder ganar la libertad de irme de allí.
Como el
incidente del empujón y los gritos de jugadores tuvieron que ser reflejados en
el acta, los padres y directivos tomaron la contra ofensiva de hacer una
denuncia por agresión a un jugador, un menor en estos casos.
En la
ocasión que el juez me preguntó en privado, antes de celebrar vista y juicio,
sobre los sucesos, di mi versión.
-me
empujaron por detrás, en seguida me recompuse, miré por el origen del empujón, vi
a la muchedumbre amenazante y decidí que lo más inteligente sería irme a los
vestuarios.
Se celebró
el juicio pues había una posible agresión a un menor. El jugador y el padre
dieron la misma versión, el árbitro siempre hace mal su tarea y siempre es
problemático y agredió al jugador.
Ampararon esa
acusación en un parte médico. De mi parte no pude aportar más testigos. Los
jugadores y entrenador a los que pensé que ayudaba al decirles que se retiraran
no comparecieron en el juicio, habrán visto que no era nada que les pudiera
afectar. En ese caso, mi ejemplo no cundió.
En el
momento de la vista me volvió a preguntar el juez sobre mi versión
-me
empujaron por detrás, en seguida me recompuse, miré por el origen del empujón,
vi a la muchedumbre amenazante y decidí que lo más inteligente sería irme a los
vestuarios.
Al sentarme
me di cuenta que al decir eso había usado las mismas palabras y gestos.
El juez tomó
la palabra luego de haberles dado el turno a abogados y fiscal. Dijo
resumidamente que era imposible que el árbitro sólo y entre esa gente exaltada
pudiera agredir al jugador.
Apoyó su
suposición en la falta de testigos que pudieran dar fe e una patraña de esa
dimensión.
También hizo
una observación al padre -supongo que por el ejemplo que se daba a un menor- que
acusaba al parecer, por sólo la aversión al árbitro continuando una mentira junto
al hijo,.
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