Campeonatos
2005 / 2006
Categoría:
2ª Femení
Equipos:
St. Quirze - Pradenc
Siempre me
agradó conducir y pasear por la campiña catalana. Había días que iba con más
tiempo a los partidos para disfrutar un poco de relax antes o después de la
faena. Llevaba mi cámara de fotos o simplemente buscaba senderos y recolectar
algunas bayas de mora, fresas o setas.
En un
partido de féminas, además, estaba el aliciente de que los partidos eran más
relajados, no tan exigentes físicamente y también el “entorno” dentro del
campo.
En la
revisión, las mismas jugadoras están algo incómodas si les dirige el partido un
hombre. Desde el momento de entrar al campo y la revisión de fichas.
En el acto
de presentarse, las jugadoras observan todos tus gestos.
Aunque es un
protocolo a cumplir en todos los partidos, a veces es distendido y llevadero,
otras es algo más tenso. Como se ha de revisar si el equipo está en orden
(espinilleras, cordones, el número de camiseta que se corresponda con la ficha
presentada, sin anillos, aros u objetos que puedan ser peligrosos, etc) ya
había hecho un método para la revisión en partidos femeninos. Alertaba
inicialmente y en general: “por favor, quitados cualquier anillo, collar,
pulsera, aros o pendientes o piercing que pueda lastimar a alguien, igualmente,
las espinilleras bien puestas y camisetas”.
Me evitaba
así que ellas creyeran que me fijaba especialmente hacia alguien -o sus
espaldas, o más- y hacía más relajado ese trámite.
Colocaba las
fichas frente a mí y con ello enseñaba que no me fijaría en ellas más bajo que
sus camisetas y el número en ellas.
Al final de
la alineación de un equipo, la “69”. Una mujer guapísima, rubia, alegre, ojos
llamativos y unas pocas pecas sobre los pómulos. De su físico no diré más que
era la mejor desarrollada de cuanta jugadora he visto. Me sonreí con el
entrenador al revisar el número. Él también me sonrió diciendo:
-ése número
me lo pidió ella misma.
Hay veces
que en el golpe del balón al cuerpo suelen llevarse los brazos al pecho y
protegerse. Es un gesto natural en ellas. Ese mismo gesto en los hombres es
sancionable como “una mano”, si es intencionado.
En este
partido, mi visión siempre se desenfocaba para caer sobre la “69”. “¡Qué mujer
más guapa!”. Y en seguida mi profesionalidad que me llamaba al orden. Recitaba
mi salmo: “Concentración! Concentración!” incontables veces.
En partidos
de varones te cuidas de no chocar con ellos puramente por tu integridad. En
estos partidos de damas es, además, por decoro. En aquellos partidos pueden
esos jugadores agradecerte o aceptar tus decisiones con una palmada a los
hombros o en las espaldas. O hacer lo mismo el árbitro. O acercarse ambos y
hablar tranquilamente en alguna pausa del juego. En estos otros partidos, eses
gestos son imposibles.
La “69” era
una jugadora de medio campo, corría bastante rápido, controlaba el balón con
habilidad y dejaba a las compañeras lugar y juego.
En una
recepción de la pelota desde arriba, controla ésta con el pecho y le deja caer
a sus pies. En vez de seguir jugando el balón se agacha sobre sus tobillos y
llevó su mano izquierda a su pecho con gesto de dolor en la cara. Varias
compañeras y contrarias se le acercaron. Como muchas jugadoras se
desentendieron del juego de fútbol para interesarse por la compañera, decidí
interrumpir el juego, puro gesto de gentileza.
Confieso,
quizás era mi parte no profesional que se interesaba más por la persona que por
la jugadora.
Al acercarme
a distancia prudente para saber qué le habría sucedido les escucho comentar.
-es justo
sobre el pezón!, donde está el piercing!
Pude
controlar mi tormenta de ideas y luego me quedé pensando: ¡si les dije de los
piercings! ¿O había que revisarles?
A los pocos
minutos di por acabado el partido. Ese incidente no lo reflejaría en el acta.
Sería perjudicarle. Algunas jugadoras se me acercaron a saludarme con apretón
de manos y saludar asimismo a otras jugadoras. La “69” se dirigió directamente
hacia otra joven del público, le saludó afectuosamente con beso en los labios y
la joven del público llevó su mano sobre el pecho que recibió el impacto.
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